La interculturalidad tiene que estar sometida
al diálogo, desde el momento que asume que yo no puedo decidir a solas cuáles serán las reglas a priori, ni los criterios para decidirlas, que serán la base del primer encuentro de una relación intercultural. La filosofía
intercultural, con su esencia dialogante, está supeditada a los criterios que
se decidan en el mismo diálogo. Esto significa que las reglas que primen en una
relación o diálogo intercultural deben ser decididas en el mismo transcurso del
diálogo: no se puede aprender a cocinar en una sala de clases, como no se puede aprender a hablar si no se intenta
hablar antes.
Para Raimon Panikkar, el diálogo que se de entre las culturas no puede ser en la estructura
del dialogo que se da comúnmente en nuestra cultura occidental, ya que este
dialogo no plantea una apertura al otro. Este es el dialogo dialéctico, que
consiste en un diálogo donde el criterio para la decisión es externo. Se pone
como juez, a la razón, por su "universalidad", pero se pierde de vista que esta universalidad, por ser un tipo de razón particular, es siempre la racionalidad particular de una cultura. En el diálogo dialéctico
no hay posibilidad de una apertura, porque lo que se intenta es tener la
“razón”, con-vencer al otro. Panikkar propone otro tipo de diálogo, que sería
el dialogal. Este es en donde las reglas no se suponen sino que se acuerdan en
el mismo diálogo, como describimos anteriormente. En este tipo de diálogo lo
que se intenta es entender al otro, pero como no se apoya en una base
presupuesta, es más bien una “aventura común” de los dialogantes, aventura
hacia la armonía o la concordia en un espacio común, el espacio intercultural.
Pero este diálogo no es una metáfora. Tiene que darse el encuentro de dos
culturas, para que pueda existir un diálogo intercultural. Y es por esto que el
diálogo dialogal se convierte en duólogo dialogal, porque hay un contacto real
entre dos culturas.
Panikkar
llega a decir que la interculturalidad se da ya cuando se sale de un monólogo
solipsista, cuando hay diálogo. Pero esto no significa que cualquier relación interpersonal sea intercultural,
porque “(l)a interculturalidad de la filosofía intercultural se refiere más
bien a las opiniones de fondo y los dogmas” (Pág. 30) y por esto la interculturalidad se vuelve patente y se hace difícil con el
vecino, que tiene otro arraigo cultural, otros dogmas, otro mito que le
proporciona su horizonte. La interculturalidad sería una actitud de apertura a
una relación que puede descentrarnos, porque el cercano choca con nosotros en
aquello que más arraigado tenemos.
Esta actitud intercultural
no nos asegura la armonía y la concordia, esto porque acepta la vulnerabilidad
humana, pero este riesgo hay que correrlo porque no hay más opción que el
encuentro. La finalidad de la
filosofía intercultural no puede estar puesta en la certeza. Ya que de aquí nace la que Panikkar llama "epistemología del cazador" fundada en una idolatría de una razón que nos
suministra dicha certeza, pero que trae muchas otras consecuencias. La
finalidad de la apertura es la confianza. Esta surge cuando nos damos
cuenta de que necesitamos un apoyo que no somos nosotros mismos. Ese otro, del
cual confío se presentara así como un alter, como un otro yo, no como un lo otro,
lo distinto.
B:
Raimon Panikkar; Paz e interculturalidad. Una reflexión filosófica, Herder, Barcelona, 2006.